Antiguas costumbres que aún viven en el ritual
Las huellas visibles de la antigua ceremonia de los esponsales en los órdenes nupciales modernos de los diferentes países son muchos y variados. En primer lugar, el anillo, que de acuerdo con la vieja tradición romana parece haber constituido originalmente un arra o prenda dada por el novio durante los esponsales, como garantía del futuro cumplimiento de lo que él prometía en el contrato. En fecha posterior, sin embargo, llegó a confundirse con algunas costumbres germánicas referentes a los “regalos matutinos” que se intercambiaban después de la boda y luego fueron transferidas a las nupcias propiamente dichas. Más aún, en algunos lugares llegó a ser costumbre, y continúa siendo, que el novio y la novia intercambian anillos como garantía de fidelidad, y de hecho es el significado que se da actualmente en el rito moderno de la Iglesia, como queda explícito en la bendición que acompaña ese momento. Quizás el testimonio más antiguo del uso de los dos anillos aparece en los órdenes españoles. Aunque, mientras que el anillo de bodas ha sido conservado por la mayor parte de los rituales del mundo occidental, la manera de colocar los anillos varía considerablemente. La costumbre inglesa pide que el novio coloque el anillo primero en el dedo pulgar de la novia, mientras dice: “En el nombre del Padre”; luego en el dedo índice- “y del Hijo”-; después en el dedo medio- “y del Espíritu Santo”-, y por último en el anular- ¡Amén”. Esto también aparece en ceremoniales medievales de lugares tan dispares como Noruega y España, sin que ello signifique que tal costumbre haya sido universal. En unas regiones, el sacerdote es quien coloca el anillo y en otras se acostumbraba colocar el anillo en la mano dacha de la novia. Tal era el caso del rito de Sarum, y ello fue observado por los católicos ingleses hasta la mitad del siglo XVIII. La razón más frecuentemente citada de porqué se elige el cuarto dedo, o anular, es que hay una vena que corre de ese dedo al corazón. Ya autores no cristianos antiguos como Plinio y Macrobio dan la misma explicación.
Una segunda costumbre que aún persiste, incluso en el conciso ritual romano, es la de que los contrayentes se tomen de la mano. La misma costumbre se encuentra en los ritos matrimoniales no cristianos en Roma, y es difícil decir si es de origen romano o teutón. Lo que sí es cierto es que el tomarse las manos constituía una clase de juramento entre la mayoría de los pueblos germánicos (véase Friedberg, "Eheschliessung", pp. 39-42). En muchos rituales, especialmente germánicos, se ordenaba que el sacerdote rodeara con su estola las manos unidas de los contrayentes al tiempo que pronunciaba algunas palabras de ratificación. Esta ceremonia puede ser vista gráficamente en pinturase medievales acerca del matrimonio, por ejemplo, los “Esponsales de san José y Nuestra Señora”. Probablemente, esa costumbre es de origen no cristiano, pues encontramos referencias a costumbres semejantes en la “Vida de san Emmeram”, escrita mucho antes del año 800. Ese texto contiene la narración de una mujer no cristiana que es entregada en matrimonio a un cristiano con sus manos cubiertas por una tela “como se acostumbra en los esponsales”. El “Rituale” compilado por los cristianos de Japón en 1605 ordena una ceremonia de ese tipo, pero mucho más sofisticada. Líneas arriba se hizo mención del “gifta” o entrega formal de la novia, que con ello pasaba del “mund” de su padre o tutor al de su esposo, y que ello constituía la parte más esencial del ritual nupcial anglo sajón. Esto dejó una huella en el rito de Sarum, y quedan huellas de ello en las ceremonias anglicana y católica. En aquella, el ministro pregunta: “¿Quién entrega esta mujer a este hombre”; en la última no se pregunta nada pero se conserva la rúbrica: “Que el padre o los amigos entreguen a la mujer”.
Pero quizás la costumbre más notable consiste en la entrega de oro y plata a la novia por parte del novio. Este uso ha sido bastante modificado en el “Libro de la Oración Común” de los anglicanos, el cual únicamente habla de “poner el anillo sobre un libro junto con el estipendio acostumbrado para el sacerdote y su ayudante”. El rito católico, que sigue el de Sarum más de cerca, indica que el oro y la plata deben ser colocados junto con el anillo y entregados a la novia al tiempo que el novio dice: “Con este anillo yo te tomo por esposa; te doy este oro y esta plata, te adoro con todo mi cuerpo y te hago dueña de todos mis bienes”. Esta acción nos lleva a la descripción que hace Tácito de la costumbre matrimonial germánica. Dice él: “La esposa no es quien presenta una dote al esposo, sino el esposa a la esposa” (Germania, XVIII). Indudablemente que ésto es una huella de la venta primitiva por la que el novio pagaba una suma de dinero para que le fuera transferido el “mund” o derecho de custodia de la novia. Originalmente ese dinero se le pagaba al padre o tutor de la novia, pero en sucesivas etapas llegó a convertirse en un tipo de dote destinado a la novia y se simboliza con la entrega de las arras, que es el nombre con el que se conoce el dinero que se entrega en la ceremonia de matrimonio. En varias ramas de la familia teutona, principalmente los salianos, esta forma de comprar a la novia era conocida como un matrimonio “per solidum et denarium”. Consúltese, por ejemplo, la descripción de la nupcias de Chlodwig y santa Clotilde en la historia del así llamado Fredegarius (s. XVIII). El “solidus” era una moneda de oro; el “denarius” una de plata. En tiempos de Carlomagno y después, el solidus equivalía a doce denarii. Cuando la costumbre de acuñar monedas de oro se abandonó en el siglo IX, se comenzó a sustituir el solidus y el denarius por su equivalente monetario, o sea, unas trece monedas de plata. En algunas partes de España y Francia se bendicen trece monedas conocidas como “treizain” y dadas a la novia junto con el anillo. Esta ceremonia fue observada estrictamente durante la boda del Rey Alfonso de España en 1906 (véase “The Messenger”, 1906, 113-130).
INTERROGATORIO:
• Acerca de la libertad para contraer matrimonio...
Respuesta: Sí, venimos libremente.
• Acerca del amor mutuo durante toda la vida...
Respuesta: Sí, estamos dispuestos.
• Acerca de los hijos: don de Dios y su educación cristiana...
Respuesta: Sí, estamos dispuestos.
CONSENTIMIENTO:
Novio:
Yo (nombre del novio), te acepto a ti, (nombre de la novia), como mi legítima esposa y prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, y amarte y respetarte todos los días de mi vida.
Novia:
Yo (nombre de la novia), te acepto a ti, (nombre del novio), como mi legítimo esposo y prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, y amarte y respetarte todos los días de mi vida.
ENTREGA DE LOS ANILLOS:
Esposo:
Sandra ...recibe este anillo como signo de mi amor y de mi fidelidad. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Esposa :
Jesus..... recibe este anillo como signo de mi amor y de mi fidelidad. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
ENTREGA DE LAS ARRAS:
Esposo:
Sandra...recibe también estas arras: son prenda del cuidado que tendré de que no falte lo necesario en nuestro hogar.
Esposa:
Yo las recibo en señal del cuidado que tendré de que todo se aproveche en nuestro hogar.
Aunque esto me parece muy machista.....es asi y se tendra que hacer....pero...y ¿si le doy yo las arras a Jesus?...............!!! seria un cambio....jejejejejejejej!!!!
miércoles, 15 de julio de 2009
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2 comentarios:
Sandra, perdona que escriba, yo me case y devolvi las arras a mi marido; y hace poco en la boda de mi prima fue primero mi prima recibe las arras y despues el marido (novio) y me encanto. Pregunta al cura si te deja hacerlo. Un besito a los dos y disfruta del momento porque es irrepetible.
Mela soy rosi, yo tambien lo hice con el padre de Ssandra le devolvi las arras, porque a mi no me compra nadie, jejejejejeje
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